Algunas consideraciones críticas sobre
Kafka y La Metamorfosis
Luis Quintana Tejera
Universidad Autónoma del Estado de México
Universidad Autónoma del Estado de México
Facultad de Humanidades
qluis11@hotmail.com
qluis11@hotmail.com
Introducción
Al observar las numerosas
contradicciones que se producen entre las distintas exégesis dedicadas a la
obra kafkiana -teológica, filosófica, psicológica, temática- e incluso entre
diversas interpretaciones de un mismo tipo de exégesis, algunos críticos han
visto la necesidad de abandonar esta clase de estudio y orientarse
exclusivamente hacia planteamientos predominantemente formales.
Muestra evidente del cambio de orientación en el estudio de Kafka es el
nuevo presupuesto del que se parte y que refleja, de manera muy clara, Martin
Walser cuando afirma:
Ya no nos hará falta recurrir [...] al poeta mismo, puesto que la obra
lo es todo en sí misma. En el caso de Kafka la vida debe ser esclarecida a la
luz de la obra, mientras que la obra puede prescindir del esclarecimiento que
surge de la realidad biográfica.1
Sin embargo, la relatividad de este presupuesto lo torna fácilmente
detractable. Bastaría a este respecto recordar las conocidas y estrechas
relaciones que se establecen, incluso por parte del mismo Kafka, entre la vida
del escritor y sus obras. El fundamento biográfico de determinadas narraciones
parece indudable. Para sustentar lo anterior, citamos los Preparativos
de boda en el campo, escrito que presenta paralelismos con la romántica
aventura vivida por Kafka en Zuckmantel, durante las vacaciones de 1905. Las
coincidencias entre las experiencias del autor y su producción literaria se
encuentran también en el Castillo en donde, por ejemplo, el
personaje de Klamm parece ser una caricatura de Ernst, el marido de Milena,
mujer con quien el escritor en cuestión había mantenido, hasta poco tiempo
antes, una intensa relación amorosa.
Ahora bien, Walser, siguiendo a su maestro Friedrich Beissner, se dedica
fundamentalmente a lo que él considera análisis del texto, pero que se limita
tan sólo al estudio de las técnicas narrativas. Describe así la función de los
personajes, las relaciones entre éstos, la naturaleza de los acontecimientos
narrados, todo ello con el fin de definir la forma del relato kafkiano en
relación con los géneros novela y epopeya. El trabajo resultante está orientado
exclusivamente en función de su calidad de filólogo.
Mayor trascendencia han tenido, sin embargo, los estudios de Marthe
Robert. La ensayista francesa, de gran importancia en el análisis de Kafka,
reacciona violentamente contra la atribución al escritor checo-judío de tantos
y tan opuestos simbolismos y significaciones. Según Marthe Robert el problema
reside en el propio concepto de "símbolo". Para ella, el símbolo
implicará una relación cifrable entre un significante y un significado. Esta
relación puede ser todo lo compleja y abstracta que se quiera, pero no por ello
hemos de pensar que no se encuentre estrictamente definida y constante en una
tradición dada. El símbolo es por su propia naturaleza ambiguo puesto que vela
y devela simultáneamente lo que sugiere. Pero, siempre, según Marthe Robert, el
símbolo para cumplir correctamente su función, debe contener indicios de los
dos órdenes de la realidad que intenta relacionar. Si no ocurriera así, el
símbolo pasaría de ser ambiguo a convertirse en intransmisible. Precisamente en
esta situación se encontraría el símbolo kafkiano. A pesar de lo dicho anteriormente,
se trata de un símbolo fuerte y literariamente eficaz cuya sola anomalía afecta
el mensaje por transmitir. Será en esta contradicción donde surgirá:
El enigma que fascina continuamente a la crítica, sin por ello
descorazonarla, porque cada exégeta sigue persuadido de que los símbolos de
Kafka son traducibles a un lenguaje claro por cualquiera que posea la clave.2
Como consecuencia de la búsqueda de esta clave, se produce ese
"delirio de interpretación" que, para Marthe Robert, no ha aportado nada
nuevo. Este "delirio" seguiría un camino predecible. En primer lugar,
hay que dar el paso fundamental consistente en admitir que una de las novelas
del autor, cualquiera de ellas, no es sino una alegoría. Una vez dado este paso
no queda más que localizar la clave que nos permitirá descubrir y analizar los
símbolos.
El problema estaría, según Marthe Robert, en que Kafka jamás estableció
la menor orientación tendiente a determinar cuál pudiera ser esta clave,
situación que obliga a buscarla en campos ajenos a la literatura. En
consecuencia, debido a esta polivalencia de los símbolos, cada exégeta puede
elegir la clave que más le convenga, sin que, las más de las veces, ello sea
válido exclusivamente para él y no convenza a nadie; todas y cada una de las interpretaciones
se verán, pues, obligadas a coexistir, "las claves abren tantas puertas a
la vez que finalmente acaban por cerrarlas todas".3
De todas estas incoherencias deducirá Marthe Robert dos consecuencias
complementarias: el método está mal planteado y las imágenes de Kafka no son
símbolos propiamente dichos.
Pero, si no son símbolos, ¿qué son?. La autora responderá que se trata
de simples alusiones, "que tienen conexión con un mundo cuyo sentido no
pueden enunciar, pero que son capaces de hacer conocer explorando sus múltiples
significaciones posibles".4
Así pues, queriendo a toda costa salvar la coherencia en Kafka, Marthe
Robert no encuentra otra solución que mantener la tesis de un Kafka anti
simbolista. Esta conclusión ha sido atacada duramente por determinados autores.
Alguno de ellos mantiene que la teoría se basa en la confusión entre alegoría y
símbolo.5
La alegoría, que tiene como característica el haber sido prefabricada
intencionalmente, no podrá tener, por definición, más de un sentido, después
del literal. El símbolo, sin embargo, siendo vivo y espontáneo, sobrepasa las
intenciones del autor. Es una fuerza de la imaginación no reductible a una sola
traducción; esto último resulta una manifiesta oposición a la alegoría, pues
mientras ésta representa un pensamiento ya preestablecido que bien podría haber
sido formulado de otro modo, el símbolo expresa directamente lo que sin él
sería inexpresable.
Lo importante es que la multiplicidad de sentidos que el símbolo produce
no supone, como asegura Marthe Robert, ningún tipo de incoherencia. Esta
multiplicidad de sentidos corresponde a una multiplicidad de planos y de
perspectivas que no sólo no se anulan entre sí sino que se sostienen los unos a
los otros. Sólo se creerá en su incoherencia en la medida en que se confunda el
simbolismo con la trivialidad en las dimensiones de la alegoría que no pueden
representar nunca más que un solo diseño. Pero más aún, en la medida en que el
mundo del símbolo admitiría gran variedad de figuras, el admitir sólo uno de
estos símbolos supondría un empobrecimiento de la obra de Kafka. La gran
riqueza de ésta se encontraría, pues, en esa multitud de planos, de
perspectivas y de interferencias.
Sin querer entrar en profundas disquisiciones sobre las diferencias
entre símbolo y alegoría, creemos haber analizado el punto de vista más
adecuado. No consideramos que la multitud de interpretaciones sea motivo para
descalificarlas. Cabría preguntarse, además, si Marthe Robert nos está
ofreciendo una interpretación no menos contradictoria que el resto, es decir,
si no cae en el pecado de la exégesis que ella misma denuncia.
Establecidos los presupuestos anteriores, estamos en condiciones de
analizar algunos aspectos de La metamorfosis con la finalidad
de profundizar en el contenido de esta obra.
Hemos escogido con este fin el despertar de Gregorio después de una
noche intranquila.
El despertar de Gregorio Samsa
En la acción de La metamorfosis no hay ningún tipo de
introducción. El aspecto fundamental de la anécdota aparece ante nosotros en
las primeras palabras del narrador:
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo,
encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto.6
Algo ha sucedido en esa noche y Gregorio se encuentra de pronto con la
horrible transformación. Es el despertar que nos ubica en la toma de conciencia
ante una realidad. La noche anterior representa la vida del personaje que se
caracterizó por el sometimiento y el cumplimiento servil de las órdenes de
quienes ejercían sobre él un poder ilimitado.
Es la historia del hombre contemporáneo con toda la carga de amargura y
desazón que deriva del hecho lamentable de no ser considerado como un ser
humano sino tan solo como un objeto.
Comienza así el planteamiento de la relación existente entre su
condición de objeto y su situación como sujeto.
Gregorio ha sido, hasta este momento, un objeto útil; por esto la alegoría del
insecto nos permite observar el inmenso grado de soledad en que se encuentra el
joven Samsa. Además, el mencionado animal representa -en el plano de la
alegoría-, la incomunicación frente al mundo exterior.
El sueño ha sido intranquilo, primordialmente por dos razones: 1. porque
durante esa noche figurada se iba gestando, poco a poco, la metamorfosis; 2.
porque Gregorio iba perdiendo, gradualmente, confianza en sí mismo, al mismo
tiempo que descubría su grado de extrañeza en relación con el universo en que
vivía.
El personaje se encuentra indefenso y muy asombrado. Lo que ha ocurrido
escapa a los esquemas normales. Al narrador no le interesa hacer creíble su
relato; simplemente los hechos se han dado de esa manera y basta.
Cuando el autor describe al insecto lo hace con la intención de
ubicarnos en la verosimilitud de éste; el acontecer literario no importa por el
grado de veracidad que conlleve, basta con que se mueva en el terreno de lo
posible. Desde nuestra perspectiva de análisis, ese animal representa un
momento muy duro en la vida del joven Samsa; realmente existe en su
convulsionado microcosmos, frente a lo cual destacamos que la actitud adoptada
por Gregorio representa su intención de no dejarse vencer por los hechos
consumados.
El primer intento del personaje se da en el terreno de la reflexión:
"¿Qué me ha sucedido?7
No es un sueño porque su habitación es la misma de siempre. En ella
aparecen los elementos conocidos que nos permiten definir la vida de Gregorio
cuando era insecto y no lo sabía.
El muestrario de paños que está sobre la mesa bien puede simbolizar el
mundo laboral, su condición de viajante de comercio. La estampa, recortada de
una revista ilustrada y puesta en un lindo marquito dorado, es la
representación de algo muy querido por el personaje al extremo de llegar a
defenderlo valientemente, en el entorno de la segunda salida.
Es una mañana lluviosa y esto acrecienta la nostalgia del protagonista.
Su decisión consiste en seguir siendo él mismo, a pesar de lo evidente de la
metamorfosis.
Pronuncia un extenso monólogo en el que recapacita acerca de su humana
condición. En este monólogo se advierte el alto grado de desarraigo y soledad
en que vive. La profesión lo deja cada día más vacío, mientras que las
amistades, en continuo cambio como natural consecuencia de sus múltiples viajes,
no perduran. El trasladarse en los trenes es molesto y ni siquiera puede comer
tranquilamente. A todo lo anterior, se agrega la imagen implacable de su jefe y
la dependencia laboral se impone como una carga insoportable.
El despertador no ha sonado, o si esto ha sucedido, Gregorio no lo oyó.
En verdad, el protagonista sabía que el sonido del reloj lo llamaba a su
condición de objeto útil; quizás por esto último no quiso escucharlo.
A partir de la metamorfosis el fin de Gregorio se impondrá gradualmente,
es la imagen del héroe contemporáneo traumado y abandonado por la sociedad a la
cual había servido durante tanto tiempo. Simultáneamente, corresponde subrayar
el carácter extranjero de este hombre quien sufrió y luchó por un mundo que le
volvió la espalda en el momento en el que él más lo necesitaba.
Sus relaciones con la familia
Agreguemos además que el personaje pertenece a una familia normal, de
clase media. En el seno de esa familia él ha cumplido, hasta ese momento, las
funciones de padre, hermano e hijo.
Desde lo más íntimo de su condición de ser humano, el personaje vive el
grado de responsabilidad que le corresponde frente a los miembros de la casa.
Más allá de lo que le ha acontecido, le preocupa la situación en que quedarán
su padre, madre y hermana si él no puede continuar trabajando. Ciertamente, el
grado de toma de conciencia en Gregorio es relativo: todavía no ha comprendido
la gravedad de los hechos y por eso continúa luchando. Debemos subrayar que la
transformación del protagonista es sin regreso. Desde el momento en que
descubrió su condición de insecto, no podrá dejar de serlo. Si lo hiciera
significaría aceptar la opresión y el menosprecio como sujeto. Sucede que hay
dos fuerzas en pugna en el interior del joven: por un lado, su sentido del
deber y de la responsabilidad lo obligan a reintegrarse al trabajo; se siente
culpable por lo sucedido y no puede imaginarse un mundo familiar sin su
presencia actuante, sin la constante preocupación que lo llevaba a solucionar
todos los problemas que se presentaban. Por otro lado, desde su actual
perspectiva de animal, de objeto útil, no puede permitir que se le siga
utilizando. El hacerlo sería una forma de reconocer y aceptar su actual
condición.
Por todo lo dicho, las dos fuerzas se manifiestan así: una lo obliga a
salir; la otra le impide moverse con normalidad y retrasa todos sus intentos.
Desde la perspectiva de los miembros de la familia, las reacciones son
diferentes. En ellos también obrará una especie de metamorfosis que los lleva
desde una actitud inicial de relativa aceptación hasta la postura final de
total rechazo hacia el horrible insecto.
La primera en dejar oír su voz a través de la puerta cerrada de la
habitación de Gregorio es la madre:
-Gregorio -dijo una voz, la de la madre-, son las siete menos cuarto.
¿No ibas a marcharte de viaje?8
Evidentemente la madre está preocupada por su hijo. Una de las
características predominantes en esta mujer es su alto grado de incapacidad
para ayudar eficazmente a Gregorio. Tiene la mejor intención, pero no posee los
medios para concretar en los hechos sus aspiraciones de acercamiento válido al
hijo enfermo.
Por su parte el joven casi no reconoce la voz de su progenitora:
¡Qué voz más dulce! Gregorio se horrorizó al oír en cambio la suya
propia, que era la de siempre, sí, pero que salía mezclada con un doloroso e
irreprimible pitido, en el cual las palabras, al principio claras, confundíanse
luego, resonando de modo que no estaba uno seguro de haberlas oído.9
La metamorfosis se manifiesta también en el discurso. Es obvio que el
actual Gregorio no va a expresar los mismos conceptos que el anterior. El de
antes era sumiso, sometido, obediente; el de ahora es rebelde y opuesto a todos
los esquemas del pasado. Si llegáramos a creer que el personaje acepta su
actual condición y la defiende hasta el extremo de continuar actuando en forma
eficaz, entonces tendríamos que aceptar la absoluta falta de rebeldía en
Gregorio. Pero los hechos no suceden así: Gregorio quiere salir de su
habitación, es cierto, pero su conciencia rebelde se lo impide.
Por su parte, el padre procede con desconfianza, pero no adopta aún
actitudes terminantemente violentas. Le dice: "Gregorio, ¡Gregorio! ¿Qué
pasa?"10
La hermana está muy preocupada. Parece presentir lo que ha sucedido.
Kafka establece:
Mientras tanto, detrás de la otra hoja, la hermana lamentábase
dulcemente: "Gregorio, ¿no estás bien? ¿Necesitas algo?11
Es obvio que la hermana manifiesta una actitud mucho más
condescendiente. Se preocupa por el sujeto, por el hombre que hay en Gregorio.
Le habla con dulzura y lo interroga acerca de su condición física. En el
desarrollo del relato, podremos observar como Grethe se acerca válidamente a
Gregorio y lo ayuda.
De todas formas, al analizar las dos salidas del personaje, retomaremos
el tema de la relación familiar.
Primera salida de
Gregorio.
Reacciones provocadas
Después de una intensa lucha del protagonista, primero por abandonar la
cama y luego salir de la habitación, sus acciones se ven coronadas por el
éxito.
Afuera lo esperan el padre, la madre, y el principal del almacén en
donde trabaja. Ha generado una inmensa expectativa por todas las razones ya
expuestas. La puerta se abre lentamente y él queda oculto detrás de una de las
hojas de la misma:
Este modo de abrir la puerta fue causa de que, aunque franca ya la
entrada, todavía no se le viese. Hubo todavía de girar lentamente contra una de
las hojas de la puerta, con gran cuidado para no caerse bruscamente de espaldas
en el umbral.12
El primero que ve a Gregorio es el principal:
Cuando sintió un ¡oh! del principal, que sonó como suena el mugido del
viento, y vio a este señor, el más inmediato a la puerta, taparse la boca con
la mano y retroceder lentamente, como impulsado mecánicamente por una fuerza
invisible.13
La reacción del principal resulta no sólo impactante, sino que se
justifica plenamente a la luz de lo que representa para él la metamorfosis de
Gregorio. Ha visto que su objeto útil se rebela descaradamente contra el mundo
organizado que él simboliza. No puede tolerar semejante actitud. Si todos sus
empleados procedieran como el joven Samsa, el desorden y el pánico se
apoderarían de los defensores de la gran empresa.
La madre olvida la presencia del principal, pues, aun despeinada como se
encontraba, se presenta e intenta adoptar y mantener una actitud de
consideración y respeto hacia el hijo enfermo.
Miró primero a Gregorio, juntando las manos, avanzó luego dos pasos
hacia él, y se desplomó, por fin, en medio de sus faldas esparcidas en torno
suyo, con el rostro oculto en las profundidades del pecho.14
La madre es una mujer débil, de ahí que su proceder responda a esquemas
tradicionales. Gregorio, en su nueva modalidad existencial, ha escapado a estos
esquemas y, como consecuencia de ello, la madre se siente impotente.
Destacamos que se atreve a mirar frente a frente a su hijo, pero lo que
ve en él le provoca horror y desesperación; a pesar de esto, avanza hacia donde
está el ser amado, pero lo hace con tan poco convencimiento que, no pudiendo
soportarlo, se desmaya.
El padre, consternado, reacciona en forma distinta:
El padre amenazó con el puño, con expresión hostil, cual si quisiera
empujar a Gregorio hacia el interior de la habitación; volvióse luego, saliendo
con paso inseguro al recibimiento, y, cubriéndose los ojos con las manos,
rompió a llorar de tal modo, que el llanto sacudía su robusto pecho...15
Este hombre vive también la situación de impotencia como consecuencia de
lo imprevisto de todo lo sucedido. Pero él es el más violento. Siente que la
rebeldía de su hijo es injusta y por eso comienza amenazándolo con los puños.
Desea hacerlo regresar al sitio de donde salió transformado en un animal
repulsivo; quiere que nadie lo vea así y, menos aún, el principal. No se decide
a adoptar medidas inmediatas; al contrario, se aleja hacia el recibidor, donde
rompe a llorar en una actitud netamente contrastante con su condición física.
Gregorio trata de hablar como si nada hubiera sucedido y promete regresar
inmediatamente al trabajo. Todos saben que esto es imposible, y más aún lo
conoce el principal quien, lentamente, retrocede hacia la escalera,
atemorizado. El joven está realmente solo ante un mundo que no lo comprende.
Añora la presencia de su hermana quien ha salido en busca de ayuda.
En ese momento la madre recobra el conocimiento por unos instantes para
encontrarse de nuevo con el espantoso panorama. Grita, pide ayuda, suplica por
alguien que le diga que todo lo que está pasando no es más que un sueño; en
fin, procede de una manera explicable en el entorno de su condición de madre
protectora. El café se derrama en la mesa en el mismo momento en que la mujer
se refugia en los brazos del padre. Todo es caótico y, paradójicamente,
Gregorio parece ser el único que conserva la calma. Centra su atención en el
principal, quien al ver que Gregorio se dirige hacia él, abandona rápidamente
la casa.
Es en este momento que el padre decide actuar en su carácter de defensor
de la estabilidad familiar por lo cual, llevando en la diestra el bastón que el
principal había olvidado y en la siniestra un gran periódico, se dispone a
asediar al hijo enfermo, a obligarlo a regresar a la habitación.
El cuadro que se ofrece es grotesco: el padre, exaltado, da fuertes
patadas en el suelo; Gregorio entiende que algo no anda bien e intenta desandar
el camino para volver a su cuarto.
De esta forma, mientras la madre se había asomado a la ventana a pesar
del tiempo frío, el padre actúa con la violencia que manifestaba una absoluta
incomprensión hacia su hijo. Los silbidos salvajes que escapaban de su boca
llenaban el ambiente. El protagonista retrocedía como podía. No acostumbrado a
su actual condición, tenía dificultades para moverse. Finalmente lo consigue y
el padre lo ayuda con el extremo del periódico.
Cuando Gregorio ha caído dentro de la habitación, su progenitor cierra
la puerta, acción presentada por el narrador con el comentario de que:
"Todo volvió por fin a la tranquilidad".16
Quedan expresadas en este pasaje, las incompatibilidades existentes
entre padre e hijo. Si recordamos aspectos de la biografía del autor, sabremos
que la relación entre ambos se caracterizó no sólo por un alejamiento
espiritual, sino también por las constantes imposiciones de un padre dominante
y cruel.
La cita inmediata anterior, demuestra que la única forma de
reconciliación entre Gregorio y su familia consiste en el aislamiento, en la
definitiva desaparición, si ello fuera posible.
Los hechos posteriores muestran la vida del joven Samsa en su condición
de insecto. La hermana se preocupa por él y manifiesta así la clásica actitud
del adolescente generoso. Ha tomado a su hermano como una causa propia que ella
debe sacar adelante.
En cierta ocasión la hermana nota que la habitación resulta chica para
Gregorio y decide retirarle algunos muebles con el fin de dejarle más espacio.
Su intención es buena pero no ha comprendido que hacerlo significa despojarlo
de lo que más quiere. Lo dicho constituye el antecedente de la segunda salida.
La segunda salida de Gregorio
La hermana pide ayuda a su madre para comenzar a retirar los muebles
mencionados. Ésta ingresa al cuarto en el bien entendido de que no verá a
Gregorio: su solo aspecto la espanta. Comienza la tarea que cumplirán las dos
mujeres:
Y Gregorio oyó cómo las dos frágiles mujeres retiraban de su sitio el
viejo y harto pesado baúl, y cómo la hermana, siempre animosa, tomaba sobre sí
la mayor parte del trabajo, sin hacer caso de las advertencias de la madre, que
temía se fatigase demasiado.17
El acto de Grethe, bien inspirado y razonable, significa sin embargo un
paso más en el proceso de degradación en la situación de Gregorio. Hasta ahora
la presencia de los muebles en el cuarto equivale, de algún modo, a una
esperanza. Quitarlos representa romper definitivamente con el pasado, aceptar para
siempre y como parte de la familia a este taciturno y nauseabundo insecto que
es ahora el protagonista. En alguna medida, los muebles de Gregorio constituyen
un nexo entre el mundo del joven Samsa y el que está más allá de la puerta.
Kafka, pues, va destruyendo, primero por eliminación -la habitación
queda desierta- y luego por transformación -se convierte en un sucio desván
para los trastos-, el viejo dormitorio de Gregorio, que cada vez es más
autónomo del resto de la casa.
Gregorio, por su parte, piensa que la vida monótona de esos dos meses ha
perturbado su mente. Aclaramos que no hay en verdad perturbación, sino cambio:
él acepta ahora que su habitación esté vacía y lo acepta porque está pensando
como insecto. A medida que la metamorfosis progresa, Gregorio piensa y actúa y
siente cada vez menos como hombre.
Mientras las mujeres vacían la habitación, Gregorio se mantiene
prudentemente oculto. Pero cuando advierte lo que realmente sucede -que se
llevan todo cuanto ama- una ola de recuerdos y nostalgias le hace reaccionar.
Un cuadro -ya mencionado en el desarrollo del análisis-, adquiere súbitamente
importancia fundamental para el protagonista, quien trepa por la pared y se
adhiere fuertemente al vidrio del mencionado cuadro, en un típico acto de
posesión y deseo al no permitir que le arrebaten lo que no quiere perder.
Pese a los esfuerzos de Grethe la madre lo ve y cae desmayada. En ese
preciso instante, y como consecuencia de lo sucedido, la hermana abandona toda
tentativa de comprender a Gregorio, se pone de parte del mundo
"normal" y llega a increpar duramente a su hermano: "¡Ojo,
Gregorio! -gritó la hermana con el puño en alto y enérgica mirada".18
En la tercera parte de la obra, en un breve discurso, Grethe ha de
asegurar que ese insecto repugnante no es, no puede ser su hermano. El proceso
de alejamiento, que ahí culmina, ha empezado ya.
Con extraordinaria habilidad, Kafka, por medio del narrador, saca a
Gregorio de su cuarto y quedan solas en él la madre y la hermana. La inesperada
presencia del padre viene a complicar las cosas. La hermana sólo alcanza a
decirle al padre que la madre se ha desmayado y que Gregorio ha escapado.
Es ésta la primera vez que Gregorio ve a su padre después de la
transformación sufrida por este último al tener que cargar sobre sus hombros la
responsabilidad de la casa. Lo encuentra muy cambiado; el padre también ha
sufrido una metamorfosis: está más joven, más enérgico, súbitamente repuesto.
Su progenitor trata entonces de hacerlo regresar a su habitación.
Comienza el bombardeo de las manzanas, otro pasaje digno del mejor de los
grotescos. No es que en un arrebato el padre arroje unas manzanas a su hijo,
sino que se aprovisiona de ellas y las lanza fría y sistemáticamente sobre su
enemigo. La última se incrusta sobre el lomo de Gregorio: allí permanecerá
descomponiéndose, hasta el final.
Herido, Gregorio encuentra por fin la puerta que se vuelve de pronto
salvación ante los embates de su progenitor, y se precipita a su cuarto.
El pasaje termina con una fugaz visión: la madre, ya recuperada,
abrazando al padre le suplica perdone la vida de su hijo. Es un final casi
teatral, pero de todas formas recatado y eficaz.
Así pues, hemos constatado cómo comienza en la tercera parte de la obra
un proceso rápido de agravamiento de la enfermedad de Gregorio que concluye con
su muerte. La sirvienta es quien descubre el cuerpo y los convoca a todos para
que vean como "reventó". La familia recibe la noticia como una
verdadera liberación. Todos resuelven consagrar ese día al reposo y al paseo.
El relato concluye con la certeza de que una vida nueva se inicia para
todos. Al observar las formas juveniles de Grethe, parece renacer una esperanza
fundamentada en esta hija que les ha quedado a pesar de la pérdida de quien en
otro tiempo fuera el sostén y la alegría de la casa.
Gregorio representa la imagen del héroe contemporáneo, traumatizado y
abandonado por la sociedad a la cual había servido durante tanto tiempo. El
movimiento del personaje en el desarrollo de la novela, se da en tres planos:
Gregorio y el círculo familiar, Gregorio y el aspecto laboral regido por el
sometimiento, y Gregorio y el resto de la sociedad, caracterizada por la
exclusión del personaje.
Como elementos válidos a los efectos de las conclusiones que estamos
analizando, sirve subrayar el carácter de este hombre que sufrió y luchó por un
mundo que le volvió la espalda en el momento en el que más lo necesitaba. A
nivel familiar es donde se dan los hechos más dolorosos, según hemos
argumentado.
Por último, Gregorio llega a desconocerse a sí mismo. La sociedad lo ha
herido hasta tal punto que ni siquiera le deja la opción de sentirse en paz con
su propia e individual condición.
Notas:
[1] Martin Walser. Descripción de una forma. Ensayo sobre Franz
Kafka. (Trad. H.A. Murena y D. Vogelmann). Sur, Buenos Aires, l969, p. 89.
[2] Marthe Robert. Acerca de Kafka. Acerca de Freud. (Trad.
J.L. Jiménez y J. Pomar). Anagrama, Barcelona, 1970, p. 34.
[3] Ibidem, p. 35.
[4] Marthe Robert. Kafka. (Trad. C.A. Payard). Paidós, Buenos
Aires, 1970, p. 113.
[5] Cfr. apud. Miche Carrouges. Kafka contre Kafka,
Libraire Plon. Paris, 1962.
[6] Franz Kafka. La metamorfosis. Losada, Buenos Aires,
l970, p. 15.
[7] Idem.
[8] F. Kafka. La metamorfosis, Losada, Buenos Aires, 1970, p. 18.
[9] Idem.
[10] Idem.
[11] Idem.
[12] Ibidem, p. 28.
[13] Idem.
[14] Ibidem, p. 29.
[15] Idem.
[16] Ibidem, p. 24.
[17] Ibidem, p. 47.
[18] Ibidem, p. 51.
BIBLIOGRAFÍA
Carrouge, Miche. Kafka contre Kafka, Paris, Libraire Plon.,
1962.
Kafka, Franz. La metamorfosis, Losada, Buenos Aires, 1970.
Marthe Robert. Kafka. (Trad. C.A. Payard). Paidós, Buenos Aires,
1970, p. 113.
Martin Walser. Descripción de una forma. Ensayo sobre Franz
Kafka. (Trad. H.A. Murena y D. Vogelmann). Sur, Buenos Aires, l969, p. 89.
© Luis Quintana Tejera 2002
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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