miércoles, 16 de diciembre de 2020

Características del Apólogo y ejemplos

 

Además de ser uno de los subgéneros más importantes del mundo literario dentro del género didáctico, es uno de los tipos de texto más importante debido esencialmente a su función, dado que mantiene una intención moralizante. Es así que el apólogo es una forma de narración moral de corta o mediana extensión, que a menudo se relaciona con el relato simbólico. 

También se le suele relacionar con la fábula, sin embargo, la principal diferencia radica en que el apólogo no tiene incluidos personajes de animales, sino que todos ellos son seres humanos. 

Conoce más sobre el género

El término apólogo proviene del latín apolŏgus, y que a su vez procede del griego ἀπόλογος que puede traducirse como cuento. De ahí que el apólogo sea un texto de corta o mediana extensión que narra una historia. 

Podemos definir el apólogo como un tipo de narración cuyo enfoque principal es la instrucción sobre un principio ético, en el que los protagonistas son seres humanos que atraviesan vicisitudes verosímiles como sucede en la vida real. 

La intención principal del apólogo consiste en la instrucción sobre un principio moral o de conducta que puede ubicarse en cualquier parte del texto, de manera que su propósito es la exposición de una moraleja que es protagonizada por seres humanos. Es así que el apólogo persigue ideales que son reforzados a través de la reflexión, la abnegación por grandes causas, elevación de los principios y demás elementos que permitan alcanzar la perfección interna en el ser humano. 

Se considera que el nacimiento del subgénero didáctico se remonta al siglo VI a.C, momento en el que Nixhue, el rey persa, decide enviar al médico de su corte, llamado Barzuyeh, a la búsqueda de hierbas que, según se creía, tenían la facultad de resucitar a los muertos y que encontraría en la India. Tras la consulta del médico con los sabios de la región, se explica que las hierbas en realidad, eran una serie de libros para el entendimiento de los ignorantes, libros que recibían el nombre de Calila y Dimna. 

En el viaje de retorno de Barzuyeh, llevaba las escrituras y las tradujo para que su rey pudiera entender su contenido. Estos libros posteriormente darán origen al subgénero. Sin embargo, de las dos versiones no quedaron muestras, sino que la que se tiene es del siglo VI a.C, dado que luego fueron traducidas al árabe y al siríaco. Con la traducción del texto al griego, pudo traducirse posteriormente al hebreo, al persa y al castellano. 

Sin embargo, es en Persia donde se establece el subgénero finalmente, destacando las primeras características de esta como por ejemplo la presencia de diferentes virtudes y defectos del ser humano entorno a situaciones variadas que van a desencadenar en principios morales o éticos para configurar la moraleja. Durante la Edad Media, el apólogo empieza a difundirse a través de los países de Occidente y es finalmente en Francia donde consigue su máximo desarrollo con la elaboración de las obras más importantes de representación. 

A continuación veremos una serie de elementos clave para profundizar en este subgénero literario: 

Tema: una de las características más importantes del apólogo tiene que ver con los temas que suele tratar dentro de los textos, dado que, teniendo en cuenta su intención moralizante y el tipo de personajes que plantea, los hechos que presenta son historias verosímiles, es decir, creíbles y que podemos encontrar fácilmente dentro de la vida real. Sin embargo, no por ello se descarta la presencia de la fuerza de la imaginación dentro de la creación. 

Forma de escritura: a diferencia de otros tipos de texto con los que se le suele relacionar especialmente por su contenido e intención moralizante, el apólogo mantiene una escritura en prosa. Además de ello, su extensión se debe a que muchos de los acontecimientos y demás giros que toman las historias narrativas, son explicadas. 

Lenguaje: otro aspecto importante que se debe mencionar, es que el apólogo mantiene un lenguaje sencillo que no cuenta con términos técnicos o complejos, sino que es sumamente accesible para los lectores, de manera que aumenta su facilidad de comprensión y permite que su difusión sea mucho más sencilla. Esto, precisamente por la intención de enganchar la atención del lector dentro de la historia para conducirlo al principio moralizante que integra. 

Personajes: el apólogo se caracteriza, entre otras cosas, porque sus protagonistas y personajes son siempre seres humanos, a diferencia de la fábula en la que estos con frecuencia son animales. 

Mensaje: como mencionamos, una de las principales características del apólogo tiene que ver con el principio moral que lleva al lector, el cual se fija como principal objetivo. Es así que el mensaje va dirigido a la mejora de las personas en función de una serie de condiciones que pueden relacionar fácilmente con su vida diaria. 

Organización: el apólogo sigue una secuencia narrativa, en la que se presenta en inicio los personajes principales, seguido del conflicto y finaliza con el principio moral, aunque este puede irse desarrollando al inicio y nudo de la historia. 

Ahora que hemos visto todo acerca de lo que es un apólogo, pasemos a ver cómo escribir uno: 

  1. Elige el tema 

El tema central es la línea que seguirá la historia y sobre la cual se desarrollará la moraleja al finalizar la narración. Puedes elegir cualquier tipo de tema, partiendo de un defecto, en el que intentes desarrollar una serie de situaciones que permitan evidenciar las consecuencias de las acciones para generar el mensaje final. Recuerda que se debe tratar de una situación verosímil.

  1. Construye los personajes

Ten en cuenta que en el apólogo los personajes son siempre seres humanos, por ello el tema debe vincular a este tipo de personajes. Para construirlos, aún cuando no menciones toda su vida dentro de la historia debido a la extensión característica del apólogo, debes tener en cuenta su procedencia, edad, personalidad, gustos, defectos, virtudes y demás particularidades que te permitirán configurar diálogos y conductas en función de su forma de ser. 

  1. Desarrolla la historia 

Ahora que hemos elegido el tema y los personajes, es momento de empezar con la escritura de la historia. Recuerda que el apólogo contiene características narrativas y en prosa, de manera que inicias con una presentación del tema, pasas al desarrollo en el que surge el problema central o conflicto y al final se presenta la moraleja de la historia de acuerdo a las acciones y decisiones que hayan sido tomadas por los personajes. 

Para escribir un apólogo, hay que leer muchos apólogos. Tener una buena imaginación es fundamental, pero tener referentes y autores de renombre para poder explorar las dimensiones de este tipo de texto y en general, poder descubrir nuevos espacios y posibilidades es clave para desarrollar un texto desde cero. No olvides leer varias historias antes de empezar. 

Una de las obras más importantes de este subgénero didáctico es “Calila y Dimna”, una colección de relatos cuya fecha data del año 1251 y que procede de Oriente, específicamente de India y que logró una gran difusión gracias a la traducción al castellano. Sin embargo, aún se discute sobre si se trata de una fábula o un apólogo. Además, también destaca el Conde Lucanor, entre otros como Roman de Renard. 

A continuación presentamos un fragmento del apólogo el Conde Lucanor: 

“El rey, al ver con aquellos harapos a su ministro, le preguntó por qué iba vestido así. Contestó el privado que, puesto que el rey le había expresado su intención de irse al desierto y como seguía dispuesto a hacerlo, él, que era su privado, no quería olvidar cuantos favores le debía, sino que, al igual que había compartido los honores y los bienes de su rey, así, ahora que él marchaba a otras tierras para llevar vida de penitencia, querría él seguirlo para compartirla con su señor. Añadió el ministro que, si al rey no le dolían ni su mujer, ni su hijo, ni su reino, ni cuantos bienes dejaba, no había motivo para que él sintiese mayor apego, por lo cual partiría con él y le serviría siempre, sin que nadie lo notara. Finalmente le dijo que llevaba tanto dinero cosido a su ropa que nunca habría de faltarles nada en toda su vida y que, pues habían de partir, sería mejor hacerlo antes de que pudiesen ser reconocidos.”

Significado y tipos de fábulas

 

Significado de Fábula

Qué es Fábula:

La fábula es un tipo de relato breve de ficción que tiene una intención didáctica y moralizante. Por eso, suele estar acompañado de una moraleja, es decir, una enseñanza explícita sobre la interpretación del relato.

Este género literario sirve para divulgar y enseñar valores, así como para sancionar aquellas conductas que resultan antisociales.

Es frecuente que las fábulas estén orientadas a los niños por su carácter didáctico. Cuando esto ocurre se habla de fábula infantil.

La fábula es un género muy antiguo, que antes de la escritura se transmitía por tradición oral. En Grecia encontramos los registros escritos más antiguos, recopilados en la célebre obra Fábulas de Esopo.

La palabra fábula procede del latín fabŭla, que tiene el mismo origen que "habla". De allí que el término se relacione con el acto de contar historias, normalmente inventadas, es decir, de ficción.

Se llama fábula también a los relatos de la mitología clásica. Fábula también puede referirse a una historia falsa, una invención, un rumor o habladuría.

Características de la fábula

Dentro de los rasgos más característicos de las fábulas, podemos mencionar los siguientes:

  • Son populares;
  • Son breves;
  • Pueden comunicarse en verso o en prosa;
  • El orden del relato es lineal, sin saltos temporales;
  • Son educativas o moralizantes;
  • Son atemporales;
  • Los personajes representan arquetipos;
  • Predominan los personajes de animales u objetos humanizados (personificados), aunque también hay fábulas con personajes humanos y divinos.

Vea también Características de la fábula.

Estructura de la fábula

En términos generales, se conocen las siguiente partes de la fábula o estructura del relato:

  • Situación inicial;
  • Conflicto;
  • Desenlace o solución;
  • Moraleja (esta puede ir antes o después del relato).

Elementos de la fábula

La fábula posee los siguientes elementos:

  • Narrador en tercera persona, el cual actúa también como un sancionador;
  • Personajes (humanos, divinos, animales u objetos animados);
  • Acontecimientos.

Tipos de fábula

Existen diversos tipos de fábula. Vamos a conocer los más difundidos:

Según el tipo de relato.

  • Fábulas de situación: son aquellas fábulas en que un personaje se enfrenta solo a un dilema, mientras otro que lo observa sanciona la escena sin participar en ella.
  • Fábulas agonales: consta de tres momentos. Primero, la situación inicial donde dos personajes; segundo, el agón o evaluación donde cada personaje expresa su posición; tercero, la enseñanza o conclusión. Por ejemplo, El hombre y la culebra, de Esopo.
  • Fábulas etiológicas: son aquellas fábulas de muy breve duración, que se encabezan o rematan con una moraleja. Por ejemplo, Los cuadrúpedos y las aves, de Esopo.

Según el tipo de personajes:

  • Fábulas mitológicas: protagonizadas por dioses. Suelen relacionarse a los mitos. Por ejemplo, Fábula de Píramo y Tisbe, de Luis de Góngora.
  • Fábulas humanas: protagonizadas por personajes humanos. Por ejemplo, El pastor mentiroso, de Esopo.
  • Fábulas animales: protagonizadas por animales humanizados. Por ejemplo, El cuervo y la zorra, de Esopo.
  • Fábulas del reino vegetal: son aquellas protagonizadas por plantas. Por ejemplo, El abeto y el espino, de Esopo.
  • Fábulas de objetos inanimados o seres inertes: aquellas donde los objetos se animan. Por ejemplo, El clavo y la pared, de Esopo.

Ejemplos de fábula

Son muchos los ejemplos que podemos mencionar de las fábulas. Algunos de ellos siguen formando parte de la cultural popular y son ampliamente conocidos. Entre las fábulas más difundidas de Esopo podemos mencionar El león y el ratón, La zorra y las uvas y La liebre y la tortuga.

En el relato de La liebre y la tortuga, por ejemplo, una liebre y una tortuga compiten en una carrera. La liebre, confiada de más en sus habilidades naturales para correr, se entretiene por el camino y se descuida. La tortuga, menos ágil, acaba ganando la carrera por su constancia y disciplina.

Las fábulas fueron muy importantes en la literatura medieval y renacentista, así como en el Siglo de Oro español. Por ejemplo, Fábula de Polifemo y Galatea, escrita por Luis de Góngora.

Fecha de actualización: 23/01/2020. Cómo citar: "Fábula". En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/fabula/ Consultado: 16 de diciembre de 2020, 04:42 pm.

Breve información teórica sobre la Leyenda

 

Mercedes Zavala Gómez del Campo

El Colegio de San Luis (COLSAN)

2018 / 27 abr 2019. 

mostrar Introducción

La leyenda es un género literario que puede definirse como una forma narrativa en prosa con valor de verdad.[1] Este tipo de narración se refiere a la relación del hombre con lo sobrenatural y sus temas pueden ser religiosos o profanos. El narrador/transmisor ubica la narración en un tiempo más o menos reciente y en un lugar conocido por la comunidad (a diferencia del mito que narra lo acontecido en un pasado remoto y relacionado con el origen y la formación del mundo). Como todo género de la literatura tradicional, la leyenda vive en variantes; es decir que no existe una versión única sino que una leyenda tiene múltiples versiones y se cuenta de manera distinta en cada comunidad. El acervo de leyendas conserva su vigencia en la medida en que continúa transmitiéndose y los habitantes de la comunidad siguen otorgándole valor de verdad. Calificar la leyenda como narración breve quiere decir que se trata de una narración sin mayor complejidad narrativa en la que, generalmente, se desarrolla un solo motivo; es decir que únicamente se narra un acontecimiento y no la variedad de motivos o acciones que se desarrollan, por ejemplo, en un cuento. Del mismo modo no abunda en descripciones ni de los personajes ni de los espacios ya que, en gran medida, éstos son conocidos por los oyentes.

La enunciación de las leyendas no requiere de un espacio ni de un auditorio específico; puede ser contada a un solo receptor o a un público más amplio y de cualquier edad. Se transmite con el afán de conservar ciertos valores y conocimientos acerca de la propia comunidad ya sea de su historia o de su vida cotidiana. Respecto de su distribución geográfica podemos decir que en todo México, la leyenda es un género que mantiene su vigencia tanto en comunidades rurales y suburbanas como en los grandes núcleos urbanos; tanto en comunidades predominantemente indígenas como en las mestizas. Dada la pluralidad cultural de nuestro país, podemos hallar variedad de leyendas y múltiples versiones que relatan desde narraciones sobre creencias de la época prehispánica hasta otras relacionadas con diversas tradiciones ya sean del continente americano, de la tradición panhispánica o de una tradición universal.

Notas

1.  

Para la elaboración del presente artículo me baso en lo expuesto en mi tesis doctoral La tradición oral del noreste de México: tres formas poético-narrativas, México, D. F., El Colegio de México, 2006, pp. 239-315.

martes, 15 de diciembre de 2020

"La respuesta de Leuconoe" Parábola de José Enrique Rodó

 

La respuesta de Leuconoe

OBRAS DEL AUTOR
Ensayo;
Ariel
 
Otros cuentos y parábolas
Cuento simbólico
Decir las cosas bien
El barco que parte
El hecho nimio y la invención
El meditador y el esclavo
El monje Teótimo
En un álbum
Hylas
La gesta de la forma
La inscripción del Faro de Alejandría
La respuesta de Leuconoe
Mirando jugar a un nño
Mi retablo de Navidad
Peer Gynt
Un friso del Partenón
Un vuelo de pájaros
 

ESCRITORES URUGUAYOS

Delmira Agustini
Domingo Arena
Eduardo Acevedo Díaz
Eduardo Galeano
Felisberto Hernández
Horacio Quiroga
José Enrique Rodó
Juan Carlos Onetti
Juan José Morosoli
Mario Benedetti
Mario Levrero

 

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Misterio y Terror

 

Soñé una vez que volviendo el gran Trajano de una de sus gloriosas conquistas, pasó por no sé cuál de las ciudades de Etruria, donde fue agasajado con tanta espontaneidad como magnificencia. Cierto patricio preparó en honor suyo el más pomposo y delicado homenaje que hubiera podido imaginar. Escogió en las familias ciudadanas las más lindas doncellas, y las instruyó de modo que, con adecuados trajes y atributos, formasen una alegórica representación del mundo conocido, donde cada una personificara a determinada tierra, ya romana, ya bárbara, y en su nombre reverenciase al César y le hiciera ofrecimiento de sus dones. Púsose en ensayo este propósito; todo marchaba a maravilla; pero sea que, distribuí dos los papeles, quedase sin ninguno una aspirante a quien no fuera posible desdeñar; sea que lo exigiese el arreglo y proporción en la manera como debían tejerse las danzas y figuras, ello es que hubo necesidad de aumentar en uno el número de las personas. Se había contado ya con todos los países del mundo, y se dudaba cómo salvar esta dificultad, cuando el patricio, que era dado a los libros, se dirigió a un estante, de donde tomó un ejemplar de las tragedias de Séneca y buscando en la Medea el pasaje donde están unos versos que hoy son famosos, por el soplo profético que los inspira, habló de la Presunción que hacía el poeta de la existencia de una tierra ignorada, que futuras gentes hallarían, yendo sobre el misterioso Océano; más allá (añadió el patricio) de donde situó a la sumergida Atlántida, Platón. Este soñado país propuso que fuera el que completase el cuadro, ya que faltaba otro. Poco apetecible destino parecía ser el de representar a una tierra de que nada podía afirmarse, ni aun su propia existencia, mientras que todas las demás daban ocasión para lucir pintorescos y significativos atributos, y para que se las loase, o se las diferenciase cuando menos, en elocuentes recitados. Pero hubo quien, renunciando al papel que ya tenía atribuído, reclamó el humilde oficio para sí. Era la más joven de todas y la llamaban Leuconoe. No se halló el modo de caracterizar, con apropiadas galas, su parte, y se acordó que no llevara más que un traje blanco y aéreo como una página donde no se ha sabido qué poner... Llegado el día, realizóse la fiesta; y noblemente personificadas, las tierras desfilaron ante el señor del mundo, después de concertarse en variadas danzas de artificio, y cada una de ellas le dedicó sus ofrendas.

Presentóse, primero que ninguna, Roma, en forma casi varonil: éste era el modo de hermosura de la que llevaba sus colores; el andar, de diosa; el imperio en el modo de mi par; la majestad en cada actitud y cada movimiento. Ofreció el orbe por tributo; y la siguió, como madre que viene después de la hija por ser ésta soberana, Grecia, coronada de mirto. Lo que dijo de sí sólo podría abreviarse en lápida de mármol. Italia vino luego. Habló de la gracia esculpida, en suaves declives, sobre un suelo que dora el sol. al son armónico del aire. Celebró su feracidad: aludió al trigo de Campania, al óleo de Venafro, al vino de Falerno. La rubia Galia, depuesto el primitivo furor, mostró colmadas de pacíficos frutos las corrientes del Saona y el Ródano. Iberia presentó sus rebaños, sus trotones, sus minas. Ceñida de bárbaros arreos, se adelantó Germanía, e hizo el elogio de las pieles espesas, el ámbar transparente, y los gigantes de ojos azules cazados para el circo en la espesura de la Carbonaría y de la Hircinia. Bretaña dijo que, en sus Casitérides, había el metal de que toman su firmeza los bronces. La Iliria, fanmosa por sus abundantes cosechas; la Tracia, que cría caballos raudos como el viento; la Macedonia, cuyos montes son arcas de ricos minerales, rindieron sus tesoros; y se acercó tras ellas la postrera Thule, que ofreció juntos fuego y nieve, con la fianza de Pythéas. Llegó el turno de las tierras asiáticas; y en cuerpo de faunesca hermosura, la Siria habló de los laureles de Dafne y los placeres de Antioquía. El Asia Menor reunió, en doble tributo, los esplendores de Oriente con las gracias de Jonia, tendiendo, entre ambas ofrendas, la flauta frigia, como cruz de balanza. Se ufanó Babilonia con el resplandor de sus recuerdos. La Persia, madre de los frutos de Europa, brindó semillas de generosa condición. Grande estuvo la India, cuando pintó montañas y ríos colosales, cuando invocó las piedras fúlgidas, el algodón, el marfil, la pluma de los papagayos, las perlas; cuando nombró cien plantas preciosas: el ébano, que ensalzó Virgilio; el amomo y el malabatro, braseros de raros perfumes; el árbol milagroso cuyo fruto hace vivir doscientos años... La Palestina ofreció olivos y viñedos. Fenicia se glorió de su púrpura. La región sabea, de su oro. Mesopotamia hizo mención de los bosques espesísimos donde Alejandro cortó las tablas de sus naves. El país de Sérica cifró su orgullo en una tela primorosa; y Taprobana, que remece el doble monzón, en la fragante canela. Vinieron luego los pueblos de la Libia. Presidiéndolos, llegó el Egipto multisecular: habló de sus Pirámides, de sus esfinges y colosos; del despertar mejor de su grandeza, en una ciudad donde una torre iluminada señala el puerto a los marinos. La Cirenaica dijo el encanto de su serenidad, que hizo que fuese el lecho a donde iban a morir los epicúreos. Cartago, a quien realzara Augusto de las ruinas, se anunció llamada a esplendor nuevo. La Numidia expuso que daba mármoles para los palacios; fieras para las theriomaquias y las pompas. La Etiopía afirmó que en ella estaban el país del cinamomo, el de la mirra, los enanos de un pigmo y los macrobios de mil años. Las Fortunadas, fijando el término de lo conocido, recordaron que en su seno esperaba a las almas de los justos la mansión de la eterna felicidad.

Por último, con suma gracia y divino candor, llegó Leuconoe. En nada aparentaba formar parte de la viviente y simbólica armonía. No llevaba sino un traje blanco y aéreo, como una página donde no se ha sabido qué poner... En aguel instante, nadie la envidiaba, por más que luciese su hermosura. El César preguntó la razón de su presencia, y se extrañó, cuando lo supo, viéndola tan mal destinada y tan hermosa.

-Leuconoe: -dijo con benévola ironía- no te ha tocado un gran papel. Tu poca suerte quiso que la realidad concluyera en manos de las otras, y he aquí que has debido contentate con la ficción del poeta... Admiro tu dulce conformidad, y me complace tu homenaje, puesto que eres hermosa. Pero ¿qué bien me dirás de la región que representas, si has de evitar el engañarme? ... ¿Qué me ofreces de allí? ¿Qué puedes afirmar que haya en tu tierra de quimera? ...

-¡Espacio! -dijo con encantadora sencillez Leuconoe.

Todos sonreían.

-Espacio ... -repitió el César-. ¡Es verdad! Sea desapacible o risueña, estéril o fecunda, espacio habrá en la tierra incógnita, si existe; y aun cuando ella no exista, y allí donde la finge el poeta sólo esté el mar, o acaso el vacío pavoroso, ¿quién duda que en el mar o en el vacío habrá espacio?... Leuconoe: -prosiguió con mayor animación-, tu respuesta tiene un alto sentido. Tiene, si se la consi'dera, más de uno. Ella dice la misteriosa superioridad de lo soñado sobre lo cierto y tangible, porque está en la humana condición que no hay bien mejor que la esperanza, ni cosa real que se aventaje a la dulce incertidumbre del sueño. Pero, además, encierra tu respuesta una hermosa consigna para nuestra voluntad, un brioso estímulo a nuestro denuedo. No hay límite en donde acabe para el fuerte el incentivo de nuestra acción. Donde hay espacio, hay cabida para nuestra gloria. Donde hay espacio, hay posibilidad de que Roma triunfe y se dilate.

Dijo el César; arrancó de su pecho una gruesa esmeralda que allí estaba de broche, y era de las que el Egipto produce mayores y más puras; y prendiéndola al seno de la niña, la dejó, como un fulgor de esperanza, sobre la estola, toda blanca, mientras terminaba diciendo:

-¡Sea el premio para la región desconocida; sea el premio para· Leuconoe!

***

Espacio, espacio, es lo que queda, después que la esperanza con color y figura, y el ideal concreto, y la fuerza o aptitud de calidad conocida, te abandonaron en mitad del camino. Espacio: mas no ése donde el viento y el pájaro se mueven más arriba que tú y con alas mejores; sino dentro de ti, en la inmensidad de tu alma, que es el espacio propio para las alas que tú tienes. Allí queda infinita extensión por conquistar, mientras dura la vida: extensión siempre capaz de ser conquistada, siempre merecedora de ser conquistada ...