sábado, 1 de agosto de 2015

6. Neoclasicismo del siglo XVIII

El neoclacisismo del siglo XVIII

(Obra consultada: Javier del Prado, coordinador, -1994- Historia de la literatura francesa, Madrid, Cátedra)


Características de la literatura del siglo XVIII francés
La literatura francesa del siglo XVIII presenta los siguientes caracteres:
1. Es militante ya que en nombre de la soberanía absoluta de la razón ataca todas las creencias tradicionales y pretende reformar o destruir todas las instituciones de la época.
Los tres pilares sobre los cuales descansaba el régimen anterior: poder eclesiástico, forma de gobierno y organización social, son atacados en este siglo.
2. Es revolucionaria por su contenido filosófico, pero conservadora desde el punto de vista literario. Respeta las reglas y las formas de la literatura del siglo precedente.
3. El racionalismo ha destruido el ideal clásico. Desaparece el equilibrio entre la razón y la verdad, entre la razón y el sentido estético y se afi rma la primacía exclusiva y absoluta de la razón. Ésta domina sin límites. Ni la esfera de la fe, ni la de la tradición, se encuentran libres del dominio de la razón.
4. El ideal artístico es desplazado por el espíritu filosófico y científico. La lengua se intelectualiza, se amolda a las exigencias del pensamiento filosófico, que trata de expresarse con claridad y precisión. El fondo predomina sobre la forma. Se pierde el sentido del matiz en el lenguaje. Hay, en cierto modo, una precisión algebraica en la expresión de las ideas.
5. Finalmente, desprecia a los antiguos, ataca toda la tradición clásica en nombre de la creencia en el progreso. Imita modelos del siglo anterior y no a los autores grecolatinos.
Durante el siglo XVIII, la influencia francesa determinará la formación de una literatura neoclásica en toda Europa, a la cual sustituirá, en el siglo XIX, el Romanticismo.
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Autores y géneros literarios representativos de esta corriente

La narración
Marivaux: La vida de Mariana y El campesino advenedizo
Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1688-1763) canaliza en su madurez su enorme necesidad de comunicación a través de la escritura; se desempeña así en el periodismo, en el teatro
y en la novela. En particular en este último género compone dos obras maestras: La vida de Mariana (1731-1741) y El campesino advenedizo (1735-1736).
En La vida de Mariana la narradora cuenta sus propias aventuras a una interlocutora de quien en principio se desconoce su identidad. La obra se estructura como una prolongada carta escrita en primera persona por la heroína-narradora y supuestamente encontrada y publicada por el propio Marivaux.
Se trata de contar la historia de una vida en la que dos ejes cumplen papeles esenciales: el azar y el amor.
El azar llega a potenciar una serie de situaciones desgraciadas que condicionarán la vida futura de Mariana: el accidente que la convierte en huérfana, las sucesivas desapariciones de sus protectores, los encuentros con sus amantes, o la red de parentescos que se teje entre los personajes.
El amor ofrece una variedad de manifestaciones: desde el amor-deseo sexual hasta el más puramente platónico e idealizado, sin dejar de lado el amor de conveniencia legalizado por el matrimonio.

Montesquieu: Las cartas persas.
Montesquieu (1689-1755) escribe Las cartas persas en 1721, con un carácter narrativo innegable. El hecho narrativo está fundado en el amor y el odio de las mujeres del personaje principal —Usbeck—. El viaje de éste —que propicia el alejamiento y, por lo tanto, la necesidad de las cartas— es la condición sine qua non para que pueda nacer la novela.
Usbeck se marchó de Persia por su propia voluntad, pero irá ahondando en la experiencia de dicha partida hasta que ésta se convierta en verdadera expulsión, lejos del mundo que era suyo y que ya no existe. Todo esto da lugar a la novela del exilio exterior que se dimensiona como metáfora del exilio interior que comienza a perseguir la conciencia del hombre.

Jean Jacques Rousseau: La nueva Eloísa.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778) no sólo es uno de los creadores más destacados del siglo XVIII, sino que a través de sus obras esenciales ha de influir en el pensamiento romántico del siglo XIX. Julia o la nueva Eloísa se integra en el conjunto de la obra del autor, la cual es plenamente fi cción narrativa, en especial Emilio, su tratado de pedagogía, o Las Confesiones, su autobiografía.
No podemos dejar de lado El Contrato social que a través de la doctrina de la naturaleza y del hombre integrado a la sociedad ha de dejar huellas claras que seguirán los románticos de acuerdo con lo antes mencionado.
En cuanto a La nueva Eloísa, no se trata sólo de su polifonía o de su técnica narrativa, sino del mundo que crea: la ensoñación utópica del amor en el sentido pleno de la palabra; un espacio físico, una pedagogía, un lenguaje y, sobre todo, una moral en la experiencia de la pasión.

Choderlos de Laclos: Relaciones peligrosas.
Choderlos de Laclos (1741-1803) es autor de Relaciones peligrosas, que es en verdad una metanovela por contener el resumen condensado de todas las intrigas de la novela dieciochesca y por plantear una historia de educación—perversión ejercida por dos personajes corruptos (Valmont y la Merteuil) sobre dos personajes en apariencia inocentes (Danceny y Cécile de Volantes) ante la mirada ignorante de la madre que cree que su hija, recién salida del convento-internado, se prepara en compañía de una pariente para su futuro matrimonio. Los dos inocentes acabarán tan corrompidos en el descubrimiento del placer como sus maestros.
Por otro lado, se suceden historias de venganzas y celos que entretejen con sus artimañas los dos protagonistas; y, en este juego de celos y de venganzas, se impone la emergencia de una historia de amor al estilo de Rousseau, vivida y cantada en retórica amorosa tradicional por la mujer seducida, ingenua con autenticidad, la presidenta de Tourvel.

Voltaire: Cándido o el optimismo.
Francois-Marie Arouet, seudónimo de Voltaire (1694-1778), de talante liberal fue portavoz del progresismo ilustrado. Entre sus obras destacan: Cartas fi losófi cas (1734), Tratado sobre la intolerancia (1763), Diccionario fi losófi co (1764), Bruto (1730), Zadig (1732), La muerte de César
(1735) y Cándido o el optimismo (1759).
Como puede leerse entre líneas sobresalen en Voltaire no sólo el carácter y la condición del creador de fama, sino su condición de filósofo.



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