El barroco europeo
Concepto y ámbito del barroco
En
el siglo XVII, en su primera mitad, se manifiesta en toda Europa un fenómeno
pos renacentista que significa en cierto modo un retorno a lo medieval, al
mismo tiempo que una reacción contra el espíritu renacentista que caracterizaba
al siglo XVI. Se trata del barroco.
En
la segunda mitad del siglo XVII, la literatura de todos los países europeos,
excepto Francia, pasa por un momento de decadencia, caracterizado por la
exageración y degeneración de lo barroco. La literatura francesa, que había
participado de la tendencia barroca en la primera mitad del siglo, se aparta
ahora del barroquismo para realizar el ideal clásico, en su edad de oro, que
corresponde al siglo de Luis XIV.
Por
consiguiente, en el siglo XVII encontramos dos movimientos literarios que lo
caracterizan: el barroco, que es común en toda Europa, y el clasicismo francés
o clasicismo moderno, que florece en la segunda mitad del siglo. Inicialmente
explicaremos el primero de ellos.
La
concepción del barroco como movimiento cultural y literario dominante en el
siglo XVII, así como constante histórica opuesta al clasicismo, es de origen
reciente.
Según
algunos, la palabra barroco tendría el mismo origen etimológico que barrueco,
vocablo que significa en orfebrería “perla irregular” y que procede del latín verruca,
verruga. En italiano, barroco significa “acumulación”. Pero lo más
probable es que proceda de baroco, vocablo utilizado por la lógica
medieval para designar una de las figuras del silogismo. La antipatía del
Renacimiento contra el escolasticismo y aristotelismo en general, condujo a un empleo
despectivo de sus términos. Así, barroco se hizo sinónimo de absurdo, confuso.
En realidad, este significado de censura se aplicó a la historia de los estilos
hasta Jacobo Burckhardt, a partir del cual el vocablo barroco se emplea
como denominación objetiva de un estilo determinado.
Evaluación
diagnóstica
Recuerda
lo que sabes
1.
En un contexto cultural, ¿qué entiendes por barroco?
2.
Cuando dices en el habla cotidiana: “Este planteamiento es muy barroco”, ¿a qué
te refieres?
3.
Como corriente literaria el barroco alcanzó mayor esplendor en España y sobre
todo en poesía lírica; ¿recuerdas el nombre de algún poeta que pertenezca a
esta corriente?
4.
¿En qué siglo se desarrolla el barroco?
5.
¿Qué relación existe entre el barroco y el Renacimiento?
6.
¿Cervantes pertenece al barroco?
7.
El teatro de Lope de Vega, ¿se ubica en el Renacimiento o en el barroco.
Lo
barroco como constante histórica
De
acuerdo con la opinión de Eugenio D’Ors, en 1931 se operó una revisión
fundamental en el concepto barroco. A partir de ese momento, se atribuyen a
esta corriente los siguientes caracteres que de alguna manera son opuestos a
los que la historia había trabajado hasta el presente.
1°
No es una tendencia limitada a las artes plásticas, sino común a todas las
manifestaciones de la ciencia.
2°
No es un movimiento peculiar a determinado país, época o región, sino común a
todos los países y a todas las épocas.
3°
Lejos de ser el producto de la desintegración o descomposición del
Renacimiento, es el “anticipo de las soluciones románticas”. Del mismo modo que
el romanticismo, el barroco repugna a la razón; se caracteriza por la
espontaneidad y “la soberanía de la naturaleza sobre el espíritu”.
4°
No es una “enfermedad del gusto”, sino “una de las formas de la normalidad en
el gusto”.
Constituye
una constante histórica, permanente y universal, opuesta al clasicismo, que se caracteriza
por el movimiento, por la transgresión de los límites entre las artes,
especialmente entre la pintura y la escultura, y por la multipolaridad. A
diferencia de lo clásico, el autor barroco no desarrolla su obra en torno a un
centro, sino a varios; en la pintura barroca parecía que el centro estuviese
fuera del cuadro.
Caracteres
culturales y literarios del barroco
Ante
la dificultad de concretar en una definición un fenómeno tan complejo como el
barroco, para exponer su concepto seguiremos, la vía de la caracterización. Los
caracteres del barroco tienen mucho más de esquemático y arbitrario que las
corrientes de otras épocas, que aparecen más claramente configuradas en la
historia de la literatura.
El
barroco se caracteriza por el dinamismo y el culto al contraste; por la
preocupación religiosa;
por
la sensualidad y el misticismo; por el pesimismo, la melancolía y el amor a la
soledad; por el amaneramiento y la agudeza, por la exaltación de la
individualidad y por la influencia española. A continuación los describimos
brevemente.
1.
Dinamismo y culto al contraste. Puede establecerse un paralelismo entre las
artes y la literatura correspondientes a una misma época. Así, las formas
arquitectónicas grecorromanas del Renacimiento se caracterizan por las líneas
clásicas, acabadas, perfectas; dan una impresión de equilibrio, serenidad y
armonía.
Por
el contrario, el barroco se caracteriza por las líneas truncas, inacabadas,
frontones rotos, arcos incompletos; dan una impresión de desequilibrio,
dinamismo y contraste.
Al
referirse al barroco literario Díaz Plaja afi rma que se caracteriza por el
culto al contraste estético (choque de colores, exageración de relieves,
expresionismo) e ideológico (confrontación violenta de temas opuestos): amor-dolor,
vida-muerte, juventud-vejez, etcétera.
2.
Preocupación religiosa. Al neopaganismo renacentista, que se satisface en el
culto al hombre y a la naturaleza, lo sustituye el ansia motivada por la
búsqueda de Dios.
Corresponde
el barroco a la época de la Contrarreforma y participa por lo tanto de esa
intensa inquietud religiosa.
3.
Sensualidad y misticismo. Juntamente con la preocupación religiosa, el espíritu
barroco se caracteriza por el sensualismo y el materialismo, por un desencanto
del ideal y un apego a las cosas concretas.
Existe
una tendencia a la humanización de lo sobrenatural. El neoplatonismo, que había
dominado durante el Renacimiento, conducía mediante un proceso de idealización,
a las siguientes concepciones: de la mujer como un ser distante e imposible
(Beatriz), de la naturaleza como un reflejo de la Divinidad (Fray Luis) y del
hombre como centro del universo
y
acreedor a la gloria.
El
barroco en cambio se caracteriza por el desencanto de todos esos ideales. La
mujer se convierte en un ente concreto,
carnal, próximo al poeta; el paisaje adquiere un mero valor de objeto plástico,
y el hombre se encuentra rodeado de cosas sensibles que lo aprisionan.
El
mundo artificioso del Renacimiento es sustituido por una tendencia de la
realidad que se percibe con los sentidos, pero —al mismo tiempo y
contradictoriamente— el espíritu se eleva en una actitud mística a un mundo de
imaginación divorciado de la realidad. Son las dos fuerzas opuestas que
integran un aspecto del dualismo barroco, de contrastes extremos: sensualidad y
misticismo; anhelo realista del mundo y fuga ascética del mismo.
4.
Pesimismo y melancolía. Amor a la soledad. El espíritu en que se desenvuelve la
Reforma y la Contrarreforma es de reacción contra el renacentismo vital y
paganizante traído de Italia.
Los
temas de amores y placeres dan paso a una poesía de desengaño y tristeza.
5.
Amaneramiento y agudeza. El barroco se caracteriza por un amaneramiento
contrario a la naturalidad, que es el ideal de lo clásico; por un rebuscamiento,
un abuso de tropos, de imágenes y de metáforas; por la agudeza en los conceptos
y el retorcimiento en la expresión.
El
siglo XVII —especialmente en España— se opone al XVI, cuyas notas
características son la claridad, la precisión, la pureza y la sencillez.
El
barroco se caracteriza por el simbolismo, por la extravagancia de sus
procedimientos y por el acrobismo de la versificación.
6.
Exaltación de la individualidad. A decir de Pfandl, el barroco se caracteriza
por un prurito de individualismo y de originalidad ingeniosa, que no vuelve a
encontrarse hasta el impulso genial del Romanticismo.
El
ideal barroco del hombre de ingenio procede de España. Ingenio equivale a
refinada espiritualidad que reúne inteligencia, agudeza, ironía, gracia y buen
gusto. No es el orgullo del saber, característico del Renacimiento humanista,
sino el talento, arbitrariamente barroco, basado en sí mismo. Cuando degenera y
se hace superfi cial, se convierte en ingeniosidad y manía de originalidad.
Este
individualismo barroco se manifiesta de manera especial en el conceptismo, pero
también en el culteranismo, cuya rebuscada oscuridad
no es más que orgulloso aislamiento y deliberado propósito de apartarse del hombre vulgar.
7.
Influencia española. En el siglo XVII, España sustituye a Italia en la
dirección de la cultura europea; el espíritu español, en esencial barroco,
culmina en esta época y orienta toda la literatura europea.
Algunos
autores identifican el predominio del espíritu español de la Contrarreforma con
el concepto de lo barroco e incluso afirman que donde hay influencia española,
hay barroquismo.
El
barroco en los principales países europeos
1.
En España
España,
un país esencialmente barroco, en el siglo XVII exagera sus propias tendencias
naturales y convierte su barroquismo eterno e inconsciente en uno histórico y
consciente.
La
dirección política de la Casa de Austria solidaria con el triunfo del
catolicismo, es decir de la Contrarreforma, será un factor decisivo en esta actitud
anti renacentista (y de reacción contra el neopaganismo italianizante) que
caracteriza al barroco.
El
barroco literario en España se manifiesta en tres direcciones: el culteranismo
que domina en la poesía y cuyo principal representante es Luis de Góngora;
el conceptismo que se refleja especialmente en la prosa y el que su
agente dominante es Francisco de Quevedo; el calderonianismo que
continúa el estilo barroco de Calderón de la Barca.
I.
El culteranismo, también llamado cultismo o gongorismo, presenta
las siguientes notas dominantes:
a)
Se continúan y profundizan las propuestas líricas del Renacimiento.
b)
Se introducen neologismos con la finalidad de crear un lenguaje culto y refinado.
c)
Un recurso poético importante consiste en el empleo del hipérbaton o alteración
del orden sintáctico normal de una oración con fi nes poéticos, a modo de
sintaxis latina y, también, utilización de metáforas audaces y caprichosas.
d)
Afán de demostrar conocimientos mitológicos.
II.
El conceptismo surge a partir del segundo tercio del siglo XVII con
Francisco de Quevedo.
Sus
características principales son:
a)
Movimiento anti culterano.
b)
Recurre a la metáfora como juego intelectual y no para el enriquecimiento
sensorial de la frase según lo había hecho Góngora.
c)
Repudia el halago retórico y se orienta hacia el terreno fi losófi co del cual
rescata los “conceptos” rectores de la nueva dirección poética.
III.
El calderonianismo se manifiesta sobre todo en el teatro y en particular
en el drama de Calderón de la Barca.
Los
elementos barrocos en Calderón pueden sintetizarse así:
a)
Poderoso dinamismo.
b)
Retorcimiento conceptual y metafórico.
c)
Una particular movilidad en la misma acción y en los personajes.
d)
Un equilibrio inestable, análogo al de las formas inacabadas, abiertas, del
arte coetáneo.
e)
Un contraste entre los personajes, entre las acciones opuestas y las actitudes
de los primeros, que en la forma exterior coincide con las antítesis y
paradojas, y cuyo equivalente es el claroscuro en pintura.
Aclaración:
el movimiento barroco tiene poca trascendencia en los países europeos no
españoles; por esta razón daremos primero las características generales del
barroco en algunos países incluido España, y luego nos concentraremos en esta
última.
f)
Una derivación hacia la ternura, el sentimiento, la nostalgia.
g)
Tendencia a la hipérbole, hacia lo desmesurado.
h)
En el drama domina un eje central y una ley de subordinación, y se da un
abundante elemento decorativo, metáforas brillantes que revelan lo poético y lo
pintoresco. 2. En Italia
Desde
la segunda mitad del siglo XVI se hispaniza el Renacimiento italiano por la
supremacía política de España y por su influencia espiritual, que se ejerce
desde la iniciación del Concilio de Trento (1545).
La
tendencia española de dar a todo asunto un enfoque religioso, a tratarlo “a lo
divino”, es adoptada por los escritores italianos.
La
obra maestra de la literatura barroca italiana es Jerusalén Libertada (1575)
de Torcuato Tasso, epopeya religiosa que traduce la preocupación de la época de
la Contrarreforma. Se caracteriza por la melancolía, por una mezcla de
sensualidad y religiosidad, una especie de casta voluptuosidad, de
remordimiento y arrepentimiento, y por último por un arrebato propio del misticismo
español que contrasta con la atrevida sensualidad pagana, típicamente renacentista
de Ludovico Ariosto, autor estudiado supra.
3.
En Inglaterra
Es
asombroso que un país protestante y sajón haya adoptado durante medio siglo los
elementos espirituales de España, adversaria tanto en lo político como en lo
religioso.
El
eufuismo constituye la manifestación típica del barroco inglés; es una
tendencia equivalente al culteranismo. Se caracteriza por el tono alambicado,
por la afectación del estilo y el empleo de imágenes absurdas. Sin embargo el
esplendor y la brillantez son cualidades del Euphues de Lyly que significa
una revolución en el estilo y que influirá en la etapa preparatoria del periodo
isabelino.
En
efecto, los primeros dramas de Shakespeare sufren la influencia del eufuismo.
Más tarde, en Hamlet, Shakespeare ridiculizará a Lyly.
El
más hispanizado y barroco de los poetas ingleses de la época es Milton
(1608-1672), autor de El Paraíso Perdido.
4.
En Francia
En
el siglo XVII francés podemos distinguir tres momentos:
I.
Periodo de preparación del clasicismo y de manifestación del barroco
(1610-1659).
II.
Periodo del clasicismo moderno o francés (1659-1687).
III.
Periodo de transición hacia el neoclasicismo del siglo XVIII (1687-1721).
En
los comienzos del primer periodo del siglo XVII se advierte una reacción contra
la literatura renacentista de Ronsard. Surge una tendencia a depurar la lengua
y el verso, reforma iniciada por Malherbe y continuada por las academias y los
salones literarios. La Academia Francesa fundada privadamente por Conrart, se
oficializa con Richelieu.
(Para
la elaboración de gran parte de este tema se consultó a Ángel Valbuena Prat. Historia
de la literatura española, t. II, 7a. ed., Barcelona, Gustavo Gili, 1963,
pp. 479-524).
Los
salones tienen enorme importancia; constituyen verdaderos centros literarios en
esta etapa anterior a la implantación del absolutismo monárquico.
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