El
neoclacisismo del siglo XVIII
(Obra consultada: Javier del Prado, coordinador, -1994- Historia de la literatura francesa, Madrid, Cátedra)
Características
de la literatura del siglo XVIII francés
La
literatura francesa del siglo XVIII presenta los siguientes caracteres:
1. Es
militante ya que en nombre de la soberanía absoluta de la razón ataca todas las
creencias tradicionales y pretende reformar o destruir todas las instituciones
de la época.
Los tres
pilares sobre los cuales descansaba el régimen anterior: poder eclesiástico,
forma de gobierno y organización social, son atacados en este siglo.
2. Es
revolucionaria por su contenido filosófico, pero conservadora desde el punto de
vista literario. Respeta las reglas y las formas de la literatura del siglo
precedente.
3. El
racionalismo ha destruido el ideal clásico. Desaparece el equilibrio entre la
razón y la verdad, entre la razón y el sentido estético y se afi rma la
primacía exclusiva y absoluta de la razón. Ésta domina sin límites. Ni la
esfera de la fe, ni la de la tradición, se encuentran libres del dominio de la
razón.
4. El ideal
artístico es desplazado por el espíritu filosófico y científico. La lengua se
intelectualiza, se amolda a las exigencias del pensamiento filosófico, que
trata de expresarse con claridad y precisión. El fondo predomina sobre la
forma. Se pierde el sentido del matiz en el lenguaje. Hay, en cierto modo, una
precisión algebraica en la expresión de las ideas.
5.
Finalmente, desprecia a los antiguos, ataca toda la tradición clásica en nombre
de la creencia en el progreso. Imita modelos del siglo anterior y no a los
autores grecolatinos.
Durante el
siglo XVIII, la influencia francesa determinará la formación de una literatura
neoclásica en toda Europa, a la cual sustituirá, en el siglo XIX, el Romanticismo.
.
Autores y
géneros literarios representativos de esta corriente
La narración
Marivaux: La vida de
Mariana y El campesino advenedizo
Pierre Carlet de
Chamblain de Marivaux (1688-1763) canaliza en su madurez su enorme necesidad de
comunicación a través de la escritura; se desempeña así en el periodismo, en el
teatro
y en la novela.
En particular en este último género compone dos obras maestras: La vida de Mariana
(1731-1741) y El campesino advenedizo (1735-1736).
En La vida de
Mariana la narradora cuenta sus propias aventuras a una interlocutora de
quien en principio se desconoce su identidad. La obra se estructura como una
prolongada carta escrita en primera persona por la heroína-narradora y
supuestamente encontrada y publicada por el propio Marivaux.
Se trata de
contar la historia de una vida en la que dos ejes cumplen papeles esenciales:
el azar y el amor.
El azar llega a
potenciar una serie de situaciones desgraciadas que condicionarán la vida
futura de Mariana: el accidente que la convierte en huérfana, las sucesivas
desapariciones de sus protectores, los encuentros con sus amantes, o la red de
parentescos que se teje entre los personajes.
El amor ofrece
una variedad de manifestaciones: desde el amor-deseo sexual hasta el más puramente
platónico e idealizado, sin dejar de lado el amor de conveniencia legalizado
por el matrimonio.
Montesquieu: Las cartas
persas.
Montesquieu
(1689-1755) escribe Las cartas persas en 1721, con un carácter narrativo
innegable. El hecho narrativo está fundado en el amor y el odio de las mujeres
del personaje principal —Usbeck—. El viaje de éste —que propicia el alejamiento
y, por lo tanto, la necesidad de las cartas— es la condición sine qua non para
que pueda nacer la novela.
Usbeck se marchó
de Persia por su propia voluntad, pero irá ahondando en la experiencia de dicha
partida hasta que ésta se convierta en verdadera expulsión, lejos del mundo que
era suyo y que ya no existe. Todo esto da lugar a la novela del exilio exterior
que se dimensiona como metáfora del exilio interior que comienza a perseguir la
conciencia del hombre.
Jean Jacques
Rousseau: La nueva Eloísa.
Jean Jacques
Rousseau (1712-1778) no sólo es uno de los creadores más destacados del siglo
XVIII, sino que a través de sus obras esenciales ha de influir en el
pensamiento romántico del siglo XIX. Julia o la nueva Eloísa se integra
en el conjunto de la obra del autor, la cual es plenamente fi cción narrativa,
en especial Emilio, su tratado de pedagogía, o Las Confesiones, su
autobiografía.
No podemos dejar
de lado El Contrato social que a través de la doctrina de la naturaleza
y del hombre integrado a la sociedad ha de dejar huellas claras que seguirán
los románticos de acuerdo con lo antes mencionado.
En cuanto a La
nueva Eloísa, no se trata sólo de su polifonía o de su técnica narrativa,
sino del mundo que crea: la ensoñación utópica del amor en el sentido pleno de
la palabra; un espacio físico, una pedagogía, un lenguaje y, sobre todo, una
moral en la experiencia de la pasión.
Choderlos de
Laclos: Relaciones peligrosas.
Choderlos de
Laclos (1741-1803) es autor de Relaciones peligrosas, que es en verdad
una metanovela por contener el resumen condensado de todas las intrigas de la
novela dieciochesca y por plantear una historia de educación—perversión
ejercida por dos personajes corruptos (Valmont y la Merteuil) sobre dos
personajes en apariencia inocentes (Danceny y Cécile de Volantes) ante la
mirada ignorante de la madre que cree que su hija, recién salida del convento-internado,
se prepara en compañía de una pariente para su futuro matrimonio. Los dos inocentes
acabarán tan corrompidos en el descubrimiento del placer como sus maestros.
Por otro lado,
se suceden historias de venganzas y celos que entretejen con sus artimañas los dos
protagonistas; y, en este juego de celos y de venganzas, se impone la
emergencia de una historia de amor al estilo de Rousseau, vivida y cantada en
retórica amorosa tradicional por la mujer seducida, ingenua con autenticidad,
la presidenta de Tourvel.
Voltaire: Cándido o el
optimismo.
Francois-Marie
Arouet, seudónimo de Voltaire (1694-1778), de talante liberal fue portavoz del progresismo
ilustrado. Entre sus obras destacan: Cartas fi losófi cas (1734), Tratado
sobre la intolerancia (1763), Diccionario fi losófi co (1764), Bruto
(1730), Zadig (1732), La muerte de César
(1735) y Cándido
o el optimismo (1759).
Como puede
leerse entre líneas sobresalen en Voltaire no sólo el carácter y la condición
del creador de fama, sino su condición de filósofo.
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